Pero si lo hacemos desde nosotros mismos, dejamos de ser militantes, pasamos a ser consumidores de las esperanzas ajenas. Las esperanzas son para ellos, para nosotros el sacrificio y la abnegación por alcanzar aunque sea una gota de agua para los desiertos de miserias de muchos allá afuera.
Nos empuja al vacío de la lucha, un sentimiento que no nos viene de nuestra propia carne, o sentimientos… viene de otros lugares que nadie podría explicar ciertamente; pero el hecho es que estamos aquí juntos planeando una vida mejor para miles de compañeros que ni siquiera saben que estamos pensando en ellos… esto es gracioso, muy irónico.
Construimos mundos entre unos pocos para miles de que no esperan nada, cansados de falsas promesas, ya no esperan nada. Y nosotros sí esperamos que nos estén esperando para poder recibir la propuesta por la que nos estamos organizando.
Nosotros también hemos pasado muchas veces por la decepción, por la trampa, por la falsa esperanza. A varios de nosotros nos usaron y luego nos votaron como cosa vencida y por ello también en más de una oportunidad flaqueamos en el compromiso y el sacrificio por el otro; yo lo entiendo, de verdad compañeros; pero tengo la orden de gritarles para despertarles que somos nosotros, estos pocos militantes, que se han lanzado a la mar para llegar a liberar a miles de hombres y mujeres que no nos esperan, pero que de vernos llegar, seguramente tendrán la nueva oportunidad de creer.
Somos pocos y diversos, diferentes. Pero somos nosotros. Este nosotros es valioso. No es un aquel o ese tal… somos nosotros. Estamos agrupados, organizados, reunidos para un fin en común, aún desde la diferencia misma que existe entre nosotros. Somos nosotros y no aquellos los que se han metido en una aventura que nadie elige concientemente.
Es una vocación social, es un llamado de la Historia misma que te invita a que la deshojes en la reunión, en la asamblea, en la toma, en el corte, en la manifestación, en la capacitación, en el trabajo, en dónde te encuentre el estallido del llanto del pobre.
“La virtud más bonita del revolucionario, es sentir como propio el dolor del otro”, decía el Che Ernesto Guevara.
Compañeros, a tronar como leones.